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FMI mantiene sin cambios estimado de crecimiento para México en 2023; baja el de 2022.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) mantuvo sin cambio sus perspectivas de crecimiento económico para México en 2023, dejándolas en 1.2 por ciento, pero para 2022 las redujo, de 2.4 por ciento estimado el pasado mes de julio, a 2.1 por ciento.

De acuerdo con el informe “Perspectivas de la Economía Mundial, octubre 2022”, estas perspectivas de crecimiento para México se dan en un contexto en el que la economía global continúa enfrentando grandes desafíos, debido a los persistentes efectos de tres factores: la invasión rusa de Ucrania, una crisis del costo de vida causada por persistentes presiones inflacionarias cada vez mayores y por la desaceleración en China.

Así, el FMI pronostica que el crecimiento mundial se desacelerará, de 6 por ciento en 2021 a 3.2 por ciento en 2022 y 2.7 por ciento en 2023 y éste es el perfil de crecimiento más débil desde 2001, excepto por la crisis financiera mundial y la fase aguda de la pandemia del covid-19, que refleja desaceleraciones significativas para las economías más grandes.

Específicamente, estima una contracción del Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos en la primera mitad de 2022, una contracción de la zona del euro en la segunda mitad de 2022 y brotes y bloqueos prolongados de covid-19 en China con una creciente crisis del sector inmobiliario.

América Latina y el Caribe

Para América Latina y el Caribe, el estimado de crecimiento en 2022 es de 3.5 por ciento, 0.5 puntos porcentuales más alto que lo proyectado en julio, lo que refleja una actividad más fuerte de lo esperado en la primera mitad de 2022, gracias a los precios favorables de las materias primas, condiciones favorables de financiamiento externo, y la normalización de actividades en sectores intensivos en contacto.

Sin embargo, para 2023 las perspectivas de crecimiento son inferiores, de 1.7 por ciento, debido a un menor crecimiento de los socios comerciales, condiciones financieras y monetarias más estrictas y un cambio negativo en los términos de intercambio de las materias primas.

Guerra entre Ucrania y Rusia

El FMI refirió que la invasión rusa a Ucrania continúa desestabilizando poderosamente la economía mundial, pues más allá de la escalada y la destrucción sin sentido de vidas y medios de subsistencia, ha llevado a una grave crisis energética en Europa que está aumentando considerablemente el costo de vida y obstaculizando la actividad económica.

Los precios de la gasolina en Europa se han multiplicado por más de cuatro desde 2021, con Rusia recortando las entregas a menos del 20 por ciento de sus niveles de 2021, lo que aumenta la perspectiva de escasez de energía durante el próximo invierno y más allá.

Inflación

En términos más generales, apuntó el organismo, el conflicto también ha hecho subir los precios de los alimentos en los mercados mundiales, a pesar de la reciente relajación tras el acuerdo de cereales del Mar Negro, ha causado graves dificultades para los hogares de bajos ingresos en todo el mundo, y especialmente en los países de bajos ingresos.

Prevé que la inflación mundial aumente de 4.7 por ciento en 2021 a 8.8 por ciento en 2022, pero que disminuya a 6.5 por ciento en 2023 y al 4.1 por ciento en 2024.

Riesgos

En este contexto, el FMI advirtió que los riesgos para las perspectivas de crecimiento económico siguen siendo elevados, mientras que las compensaciones políticas para hacer frente a la crisis del costo de vida se han vuelto sumamente desafiantes.

Así, precisó, el riesgo de una mala calibración de la política monetaria, fiscal o financiera ha aumentado considerablemente en un momento en que la economía mundial sigue siendo históricamente frágil y los mercados financieros muestran signos de tensión.

Además, las crecientes presiones sobre los precios siguen siendo la amenaza más inmediata para la prosperidad actual y futura, ya que reducen los ingresos reales y afectan la estabilidad macroeconómica

Acciones

Ante este escenario, el FMI instó a los países donde la pandemia ahora está retrocediendo firmemente, a reconstruir los “amortiguadores fiscales”.

En este sentido, argumentó que la política fiscal no debe funcionar en contraposición a los esfuerzos de las autoridades monetarias para contrarrestar la inflación, ya que hacerlo sólo prolongará la lucha para reducir la inflación, correrá el riesgo de desanclar las expectativas de inflación, aumentará los costos de financiamiento y avivará aún más la inestabilidad financiera, lo que complicará la tarea de las autoridades fiscales, monetarias y financieras.

Explicó que las señales de precios son esenciales para ayudar a frenar la demanda y estimular la oferta. Los controles de precios, los subsidios no focalizados o las prohibiciones de exportación son fiscalmente costosos y conducen a un exceso de demanda, escasez de oferta, mala asignación, racionamiento y primas del mercado negro.

En cambio, aseguró el organismo, la política fiscal debería apuntar a proteger a los más vulnerables a través de transferencias específicas y temporales. La política fiscal puede ayudar a las economías a adaptarse a un entorno más volátil y recuperarse de la adversidad invirtiendo en la expansión de la capacidad productiva: el capital humano, la digitalización, la energía verde y la diversificación de la cadena de suministro pueden hacer que las economías sean más resilientes.

Añadió que el progreso en las políticas climáticas, así como en la resolución de la deuda y otros temas multilaterales específicos, demostrará que un multilateralismo enfocado puede lograr el progreso para todos y superar las presiones de fragmentación geoeconómica.

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